Durante muchos años, la comunidad científica, y la gente en general, han venido creyendo que, enfrentadas a una creciente escasez, las bacterias siempre se comportan consumiendo recursos hasta que éstos se acaban, para entrar entonces en una fase estacionaria, en la que se detiene el crecimiento. Ahora se ha descubierto que las bacterias saben economizar sus recursos para tener las mejores oportunidades de sobrevivir en épocas de creciente carestía. A medida que se reducen los recursos, las bacterias pasan a un modo austero, decidiendo de forma individual consumir menos hasta que mejoren las condiciones.
En un momento en que existe una preocupación creciente sobre el aumento de la resistencia bacteriana a los antibióticos, el hallazgo hecho por el equipo de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido, podría llevar a nuevas formas de combatir bacterias peligrosas.
Los científicos han sabido durante muchos años que las bacterias usan bajas concentraciones de indol para comunicarse entre sí. El nuevo estudio muestra por primera vez que las bacterias también usan la sustancia de una manera completamente diferente: produciendo pulsos de indol que se acumulan dentro de la célula bacteriana y que causan que entre en la fase de ahorro de energía y alimentos.
Además de desvelar un posible blanco de ataque para explotar en la
guerra contra las bacterias peligrosas, el estudio ilustra que en vez de
ser las criaturas simples que suponíamos que eran, las bacterias son
organismos complejos con estrategias sofisticadas de supervivencia.
Las bacterias, al contrario de lo que se cree, son realmente complejas.
Comparadas con los humanos, las bacterias han estado evolucionando
durante un tiempo increíblemente largo, de manera que han alcanzado en
su dirección evolutiva un estado mucho más avanzado que el alcanzado por
buena parte de los seres vivos del planeta en sus respectivas
direcciones evolutivas.
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