En un mundo lleno de depredadores hambrientos, los animales de presa deben estar constantemente en estado de alerta para evitar ser comidos. Pero las plantas se enfrentan a un desafío particular cuando se trata de defenderse: No pueden moverse. Sin poder huir, y cuando el camuflaje ya no da más de sí, el único recurso que le queda al vegetal es volverse lo menos apetitoso posible para los herbívoros. Algunas plantas hacen esto ya sea aumentando su producción de compuestos tóxicos o de sabor desagradable, o bien a través de la construcción de defensas físicas tales como hojas más duras o espinas.
La defensa contra fitófagos tiene un costo en energía y nutrientes, que puede mermar los recursos a destinar al crecimiento o la reproducción.
Para equilibrar esos costos con el de la supervivencia, la planta debe poder detectar cuándo está cerca el peligro y son realmente necesarias las defensas. Investigaciones previas han demostrado que las plantas pueden poner en marcha medidas defensivas contra herbívoros cuando detectan señales, transmitidas a través del aire, provenientes de plantas vecinas heridas y que delatan lo que les está sucediendo a éstas.
Pero la capacidad de detectar señales provenientes de vecinas atacadas no siempre es garantía de captar a tiempo el peligro, especialmente para la primera planta en ser atacada. Y aquí es donde entra la capacidad vegetal que ha sido investigada.
Los caracoles y las babosas son herbívoros generalistas que se alimentan de plantas como por ejemplo el ajenabe o mostaza negra. Pero tan pronto empiezan a deslizarse sobre una planta, comienzan a dejar en ella la baba que secretan para que les ayude a deslizarse. Y las plantas, o por lo menos las analizadas, detectan esa baba o moco y ponen en marcha sus defensas químicas contra herbívoros, incluso antes de ser atacadas por estos.
Se tiene la idea de que las plantas al no moverse no sienten dolor cuando son atacadas por los depredadores, pero el descubrir esto demuestra que las plantas tambien tienen sensaciones negativas al ser atacadas y el hecho de que avisen por hormonas a otras plantas o tengan mecanismos para detectar a sus enemigos y preparar defensas contra ellos demuestra que las plantas si perciben lo que ocurre en el medio en el que están.
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