Recientemente se ha descubierto dos nuevas especies de crustáceos en la península ibérica. Dichas especies fueron descubiertas una en una laguna en la cuenca baja del Guadalquivir (en la laguna Longuilla) y otra en una laguna de una dehesa en Extremadura Estas especies parecen ser unos indicadores biológicos de la salubridad de los lagos así como fósiles vivientes que existen desde hace 250 millones de años (Una investigación a su ADN mitocondrial revela que su tasa de evolución es muy lenta, como ocurre con otros fósiles vivientes)
La especie de la cuenca baja del Guadalquivir pertenece a un grupo que se creía que no existía en la península pero que fue descubierta hace poco en la misma y ahora se piensa que aunque esta especie por ahora se considere endémica de la península el grupo de crustáceos al que pertenece abarca las cuencas de agua dulce cercanas al Mediterráneo.
Por su lado la especie descubierta en la dehesa de Extremadura es otra especie que normalmente viviría como muchas especies de camarones del desierto (es decir, viven en lugares donde solo hay agua durante un corto periodo de tiempo y se reproducen antes de que el agua de la charca por lo general se seque, sus puestas son resistentes a la sequía y no salen las crías hasta que hay de nuevo agua) pero al tener una fuente permanente de Agua (el abrevadero del ganado donde se descubrieron) puede vivir perfectamente en una fuente permanente de agua
El descubrimiento de estas especies demuestran que el área mediterránea es un punto caliente del endemismo de crustáceos cladóceros, junto con Rusia oriental y Japón, es decir que en estas zonas se sospecha que existen más especies de crustáceos que todavía no se han catalogado y que es posible que sean otros centinelas de la salubridad de los lagos (la desaparición de una zona de agua dulce de estas especies indica que dicha agua está contaminada)
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