Las alas de los insectos tienen una vida dura. Se baten a velocidades de vértigo, se giran, se doblan y se chocan constantemente. ¿Cómo lo soportan sin romperse? Un grupo de investigadores ha puesto a prueba la resistencia de las alas de las langostas y han descubierto el secreto de su aguante: las red de venas que las cubren.
Las alas de los insectos son diez veces más finas que un pelo humano. Y aunque el material que las forma —cutícula— es muy resistente, su minúsculo grosor hace que se pueda fisurar con facilidad. Y estas fracturas propagarse.
Los científicos responsables del estudio, publicado en la revista PLoS One, hicieron pequeños cortes en alas de langosta, y después las tensaron. Las fisuras se propagaban con relativa facilidad, aunque sólo hasta la siguiente vena. Como éstas forman una completa red en toda la superficie de las alas, los daños no fueron suficientes para hacerlas inútiles.
Las venas de las alas de los insectos no son mas numerosas Por una cuestión de peso. Las venas son más pesadas que la cutícula y puede dificultar el vuelo de los insectos. Por eso forman una malla que se encuentra en el punto óptimo de ligereza y resistencia.
Los investigadores descubrieron que hay una distancia crítica, de unos pocos micrómetros, a partir del cual una fisura es demasiado grande y pone en peligro el rendimiento de las alas. También, que las venas están distribuidas justo a esas distancias. Las alas están, por tanto, optimizadas para ser lo más ligeras posibles, pero sin sacrificar la resistencia.
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